Aunque el hombre blanco no empezó a utilizarla hasta finales del siglo XIX, los indios norteamericanos llevaban varios siglos empleando la parte aérea de la equinácea para tratar las picaduras de serpientes, como cicatrizante y en diferentes enfermedades infecciosas. El termino echinacea viene de echinos ("erizo") por el aspecto de la zona central de su inflorescencia, abultada y como con púas. En Europa se inicio su cultivo y consumo sobre 1939 en Suiza, impulsado por el químico y farmacéutico A. Vogel, que fue uno de los primeros en estudiar sus principios activos. Se usa la flor (inflorescencia en realidad) y la raíz.
Estimulante de las defensas
Su capacidad inmunoestimulante es lo más llamativo de la equinácea (Echinácea purpurea), y se debe al trabajo conjunto de muchos de sus principios activos. Tiene polisacáridos que actúan sobre los macrófagos (células defensivas) a dos niveles, primero potenciando su capacidad de producir interleuquinas, unas moléculas que mantienen activa y coordinada toda la respuesta inmunitaria, y en segundo lugar aumentando la actividad fagocitaria de estas células, es decir, la capacidad de engullir y eliminar partículas extrañas, virus, bacterias, células infectadas por virus y células tumorales. Estos polisacáridos también estimulan la acción defensiva de otras células de nuestro sistema inmune: los linfocitos, neutrófilos y linfocitos NK (natural killer).
Las alquilamidas, también presentes en la equinacea, así como los derivados del ácido cafeico, activan la capacidad fagocitaria de los macrófagos, y sus glicoproteínas actúan directamente sobre algunas familias de linfocitos (células defensivas) estimulando la producción de citoquinas e interferón, unas moléculas que coordinan la respuesta inmunitaria en caso de infecciones víricas, como gripes y resfriados.
La eficacia de la equinácea contra algunas infecciones víricas como el herpes, los resfriados o la gripe no solo radica en su efecto inmunoestimulante, sino en que además se ha demostrado en diferentes estudios in vitro (sobre tejidos en cultivo) que dos derivados del ácido cafeico de la equinácea son viroestáticos, es decir, impiden la reproducción de estos virus.
También ayuda a...
- Tratar infecciones causadas por hongos, como el pie de atleta.
- Prevenir y aliviar las candidiasis, ya que, se ha observado que algunos polisacáridos de la equinacea (fucogalaxyloglucanos y un arabinogalactano) estimulan la acción defensiva de los macrofagos que destruyen levaduras y bacterias parasitas.
- Reforzar la piel y mucosas y actúan localmente previniendo infecciones víricas a nivel garganta y boca. Cicatrizante y reepitelizante.
- En procesos infecciosos en general y como antiinflamatorio.
GUADALUPE JIMÉNEZ, BIOLOGA
Extraído de la revista dietética y salud núm. 190